miércoles, 26 de julio de 2017

Los anarquistas contra el parlamento - Errico Malatesta

El siguiente texto ha sido tomado de «Elecciones y Anarquismo de Saverio Merlino y Errico Malatesta», libro conformado por una serie de textos de 1897 presentes en la prensa obrera italiana, en donde Malatesta y Merlino debaten acerca de las elecciones, el parlamentarismo y el problema del poder.


Estoy informado de que los socialistas parlamentarios de Italia dicen que yo, de acuerdo con Merlino, encuentro útil que los socialistas anárquicos participen en las luchas electorales votando por el candidato más avanzado. Dado que me hacen el honor de ocuparse de mi opinión, no se me estimará presuntuoso si me apresuro a poner en su conocimiento y en el de la población lo que verdaderamente pienso de la cuestión. 

Por cierto, no critico a mi amigo Merlino que piense como quiera y lo diga sin reticencias. Hubiera preferido que antes de anunciar públicamente un cambio de táctica -que no tiene ningún valor si no es aceptado por los compañeros- discutiera más a fondo la cosa entre aquellos del partido al cual ha pertenecido hasta ahora y con el cual espero que querrá continuar combatiendo. Pero también esto, más que culpa de Merlino, lo es de la crisis prolongada que ha afligido a nuestro partido y del estado de reorganización todavía incipiente en el que nos encontramos. 

Sin embargo, es necesario hacer constar que lo que Merlino ha dicho en relación al parlamentarismo y a las luchas electorales no es otra cosa que una opinión personal, que no puede prejuzgar la táctica que adoptará el partido socialista anárquico. 

Por mi parte -a pesar de que me disguste disentir en asunto tan importante con un hombre de valor como Merlino y al que me ligan tantos vínculos de afecto- me siento obligado a declarar que, según mi parecer, la táctica preconizada por Merlino es nefasta y conduciría fatalmente a la renuncia de todo el programa socialista anárquico. Y creo poder afirmar que así lo piensan todos o casi todos los anarquistas. 

Los anarquistas permanecen, como siempre, adversarios decididos del parlamentarismo y de la táctica parlamentaria. Adversarios del parlamentarismo porque creen que el socialismo sólo debe y puede realizarse mediante la libre federación de las asociaciones de producción y de consumo, y que cualquier gobierno -el parlamento inclusive- no sólo es impotente para resolver la cuestión social y armonizar y satisfacer los intereses de todos, sino que constituye por sí mismo una clase privilegiada con ideas, pasiones e intereses contrarios a los del pueblo, a quien tiene forma de oprimir con las fuerzas del pueblo mismo. Adversarios de la lucha parlamentaria, porque creen que ésta, lejos de favorecer el desarrollo de la conciencia popular, tiende a deshabituar al pueblo del cuidado directo de sus propios intereses y es una escuela, para unos de servilismo, y para otros de intrigas y mentiras. 

Estamos lejos de desconocer la importancia de las libertades políticas. Pero las libertades políticas no se obtienen sino cuando el pueblo se muestra decidido a conseguirlas; ni, una vez obtenidas, duran y tienen valor sino cuando los gobiernos sienten que el pueblo no soportaría la supresión de las mismas.

Acostumbrar al pueblo a delegar en otros la conquista y la defensa de sus derechos, es el modo más seguro de dejar vía libre al arbitrio de los gobernantes. El parlamentarismo es mejor que el despotismo, es verdad; pero sólo cuando representa una concesión hecha por el déspota por miedo a lo peor. Entre el parlamentarismo aceptado y elogiado y el despotismo sufrido por la fuerza, con el ánimo dispuesto a la rebelión, es mil veces mejor el despotismo. 

Sé bien que Merlino da a las elecciones una importancia mínima y quiere, como nosotros, que la lucha verdadera se lleve adelante en el pueblo y con el pueblo. Sin embargo, los dos métodos de lucha son incompatibles, y quien acepta ambos acaba fatalmente sacrificando al interés electoral toda otra consideración. La experiencia lo prueba, y la natural tendencia a vivir tranquilo lo explica. 

Y Merlino demuestra comprender bien el peligro cuando dice que los socialistas anárquicos no tienen necesidad de presentar candidatos propios, dado que ellos no aspiran al poder y no saben qué hacer con él. Pero, ¿es ésta una posición sostenible? Si en el parlamento se puede hacer el bien, ¿por qué habrán de hacerlo los demás y no nosotros, que creemos tener más razón que ellos? Si no aspiramos al poder, ¿por qué ayudar a quienes aspiran a él? Si no sabemos qué hacer con el poder. ¿Qué harían los demás, sino ejercerlo en contra del pueblo? 

Que Merlino esté seguro de esto; si hoy le dijéramos a la gente que vote por alguien, aconsejaría rápidamente votar por mí, dado que creo (y en esto probablemente estoy equivocado, pero es una equivocación humana) valer tanto como cualquiera y me siento seguro de mi honestidad y firmeza. 

Por cierto, con las precedentes consideraciones no he dicho todo lo que se podría decir, pero temo abusar demasiado de vuestro espacio. Me explicaré más ampliamente en un escrito adecuado; ni faltará, lo espero, un acto colectivo del partido que reafirme los principios antiparlamentarios y la táctica abstencionista de los socialistas anárquicos. 

Esperando que consideréis que la presente es de utilidad para informar al público sobre la actitud que los diversos partidos observarán en las próximas elecciones y que por ello querréis publicarla, os agradezco anticipadamente.

Malatesta

Del Messaggero, del 7 de febrero de 1897

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