jueves, 22 de octubre de 2015

Falsos mitos del anarquismo: El Anarquismo y el socialismo son cosas opuestas

¿El anarquismo y el socialismo son cosas opuestas? Defendemos que no. Aunque la palabra «socialismo» ha presentado diversos significados algunos incluso enfrentados entre sí, uno de los sentidos otorgados por los discursos y prácticas políticas ha sido el del «socialismo» como expresión del «anarquismo». De hecho, desde el inicio como movimiento político anti-estatal de las clases explotadas a mediados del siglo XIX, el anarquismo se identificó con el mote de «socialismo» antes que con la palabra «anarquismo». De este modo lo señala el anarquista de origen alemán, Rudolf Rocker:

«A ninguno de los primeros teorizadores del anarquismo se les hubiese ocurrido siquiera, que llegaría un día en que lo tildarían de a-socialista. Todos ellos se sentían socialistas, porque estaban hondamente compenetrados del carácter social de su teoría. Por esta razón se llamaban con más frecuencia revolucionarios o en contraposición a los socialistas estatales, socialistas antiautoritarios; recién más tarde el nombre de anarquistas se hizo natural en ellos»1. Como ejemplo de ello, Mijaíl Bakunin solía espetar frases como “nosotros socialistas revolucionarios”2, cuando se refería a la tendencia materialista antiautoritaria en el campo de la lucha de clases.

Piotr Kropotkin, como infinidades de posteriores anarquistas, también asumió el término «socialista» para referirse a la fracción libertaria del movimiento por la abolición de las clases sociales. Más aún, Kropotkin polemizó en torno a la disputa del término en la historia del movimiento comunista:

«Es precisamente, respecto a la cuestión del Estado, por lo que andan divididos los socialistas. En el conjunto de fracciones existentes entre nosotros y que responden a la diferencia de temperamentos, a los diversos modos de pensar, y, sobre todo, al grado de confianza en la próxima revolución, se dibujan dos grandes corrientes.

De una parte, los que esperan efectuar la revolución social dentro del Estado, manteniendo la mayor parte de sus atribuciones, hasta ampliándolas y utilizándolas a beneficio de la revolución. De otra hay los que, como nosotros los anarquistas, ven en el Estado, no solamente en su forma actual, sino hasta en su esencia y bajo todas las formas que podría revestir, un obstáculo para la revolución social, un obstáculo por excelencia para el desarrollo de una sociedad basada en la igualdad y en la libertad; una forma histórica para prevenir este florecimiento, y que trabajan, por consiguiente, para abolir y no para reformar el Estado.»3.

Errico Malatesta, no ajeno a los debates en el seno del movimiento proletario internacional, también era consciente que los términos «socialismo» y «anarquía» se usaban a veces como opuestos y otras como sinónimos. Incluso dedicó un ensayo completo al debate, publicado en los primeros años del siglo XX en la revista «Natura», titulado «Socialismo y Anarquía», donde señalaba que:

«Para nosotros socialismo y anarquía no son términos antagónicos, ni equivalentes; sino términos estrechamente ligados uno con otro, como lo es el fin a su medio necesario, como lo es la sustancia a la forma en que se encarna. El socialismo sin la anarquía, esto es, el socialismo gubernamental, lo creemos imposible, puesto que sería destruido por el mismo órgano destinado a mantenerlo.

La anarquía sin el socialismo nos parece igualmente imposible, puesto que, en tal caso, esa no podría ser más que el dominio de los más fuertes, y, por tanto, pronto comenzaría la organización y la consolidación de este dominio; esto es, la constitución del gobierno»4.

También resulta interesante consultar la obra de Gustav Landauer, quien nos ofrece una interesante visión acerca de la construcción del socialismo en el escrito titulado originalmente  «Anarchismus — Sozialismus», publicado en «Der Sozialist» en 1895. Luego de interesantes reflexiones, Landauer apunta que comprender el anarquismo como contrario al socialismo constituye un falso mito difundido por el estatismo socialdemócrata. De este modo lo expresaba: «Quien sea que no esté cegado por los dogmas de los partidos políticos  reconocerá que el anarquismo y el socialismo no se oponen sino que son co-dependientes. El verdadero trabajo cooperativo y la verdadera comunidad puede solamente existir donde los individuos sean libres, y los individuos libres pueden solamente existir donde las necesidades se satisfacen a través de la solidaridad fraternal. Es imperativo luchar contra los falsos clamores social demócratas de que el anarquismo y el socialismo son tan opuestos como “el fuego y el agua”»5afirmaba el anarquista asesinado por el Estado alemán a la edad de 49 años en 1919.

Es así como podríamos citar a decenas de conocidos anarquistas en donde se defiende, con distintos matices, el socialismo como expresión del anarquismo.  Como cuando Adolph Fischer, anarquista mártir de la clase trabajadora en el movimiento por las ocho horas de Chicago en 1886, añadió que «Todo anarquista es socialista, pero todo socialista no es necesariamente anarquista». Así, podemos concluir que el anarquismo aboga por una sociedad libertaria en base a pactos que horizontalmente concuerden los actores federados organizados en autogestión, esto es, el socialismo libertario, el socialismo sin Estado ni organización patriarcal. El socialismo que, a diferencia del socialismo autoritario, se organiza sin jerarquías ni parlamentarismo.


N&A 


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2- «Para los republicanos, para los partidarios del Estado, del orden público y la disciplina, este dilema es insoluble. Para nosotros socialistas revolucionarios, no presenta dificultad alguna Desde luego, deben desobedecer; deben rebelarse, romper esta disciplina y destruir la organización actual del ejército regular; en nombre de la salvación de Francia, deben aniquilar a este Estado fantasma, impotente para hacer el bien, pero poderoso para el mal». (...)

«Por supuesto, todos nosotros somos socialistas y revolucionarios sinceros; no obstante, si se nos diese poder, aunque sólo fuese por el breve plazo de unos pocos meses, no seríamos lo que somos ahora. Estamos convencidos como socialistas, vosotros y yo, de que el medio social, la posición social y las condiciones de existencia son más poderosas que la inteligencia y la voluntad del individuo más fuerte y poderoso; y precisamente por este motivo exigimos una igualdad no natural sino social de los individuos como condición para la justicia y fundamento de la moralidad. Por eso detestamos el poder, todo poder, al igual que el pueblo lo detesta.» - Mijail Bakunin, tomado desde el tomo I del compilado de G. P. MaximoffESCRITOS DE  FILOSOFÍA POLITICA I.  Para revisar tomos completos pueden hacer clic aquí. 
3- Piotr Kropotkin - El Estado  http://es.theanarchistlibrary.org/library/piotr-kropotkin-el-estado

4 - Socialismo y Anarquía - Errico Malatesta. Tomado desde un libro difundido por  Editorial Ayuso. Para consultar íntegro pueden hacer clic aquí. Luego de un prólogo de Max Nettlau, los editores aclaran que «Entre 1903 Y 1905, la revista teórica anarquista Natura publica una serie de artículos de Malatesta entre los que figura 'Socialismo y anarquía'. Recogemos en su integridad la citada serie, que resume las posiciones del autor respecto a las relaciones con el socialismo, las actitudes terroristas o individualistas, el amor y el Estado». 

5- Gustav Landauer: Anarquismo — Socialismo (1895). Traducción al castellano por @rebeldealegre desde el libro: Gustav Landauer: Revolution and Other Writings (2010), de Gabriel Kuhn.  Fuente http://rebeldealegre.blogspot.cl/2015/03/gustav-landauer-anarquismo-socialismo.html 

domingo, 18 de octubre de 2015

La IWW en Chile. Un sindicato y una leyenda (1919-1951)

El siguiente escrito es un fragmento de la “PARTE II, De los Oficios y las Ideas, Desarrollo del anarcosindicalismo en la región chilena”, del libro «Sin Dios, Ni Patrones. Historia, diversidad y conflictos del anarquismo en la región chilena (1890-1990)» de Víctor Muñoz Cortés; el cual pueden consultar íntegro haciendo clic aquí. Foto de cabecera: Huelga IWW en Santiago, 1924. 


La IWW fue sin lugar a dudas la organización libertaria más recordada de la región chilena. No es ni la más grande ni la más afectiva de cuantas hubo, y tampoco fueron muchos sus años de efectiva trascendencia en el movimiento social criollo, pero sus tres letras se convirtieron en todo un emblema de rebeldía generacional que perduró muchas décadas después de su auge. La IWW no solo marcó a los trabajadores y trabajadoras que eligieron sumarse a sus filas. Muchos estudiantes y profesores se sintieron afines con su ideario, el empresariado padeció su efectividad y el Estado tuvo hasta que inventar montajes para suprimirla y garantizar el orden social. Revolucionaria, conflictiva, internacionalista, la IWW y sus siglas, encarnaron en sí mismas el imaginario subversivo de los años veinte. A continuación abordaremos los orígenes y algunos aspectos significativos de la tensa historia de esta organización y su paso por el país365.

 Tras la desaparición de la Federación Obrera Regional Chilena (1913- 1917), los intentos para reunir a los anarcosindicalistas de diversos oficios y a nivel “nacional” no cesaron y pronto los mismos gremios marítimos de Valparaíso –precursores de la experiencia fallida recién mencionada– transmitieron una novedosa propuesta: adherir al sistema industrialista que proponía la organización de origen norteamericano Trabajadores Industriales del Mundo, más conocida como IWW, por sus iniciales en inglés (Industrial Workers of the World).

El contacto entre el Sindicato de Estibadores de Valparaíso y los tripulantes de barcos pertenecientes al Marine Transport Worker´s Industrial Unión y a la IWW de Nueva York, Chicago y California que arribaban a ese puerto, permitieron la introducción de las nuevas ideas366

La propuesta fue madurada en 1918 en el interior de un congreso de la Sociedad Gremial de Gente de Mar y tras ello fue presentada a las demás federaciones y sindicatos de orientación libertaria del país, acordándose realizar una convención para establecer las bases del nuevo organismo. La Federación Obrera Local de Santiago organizó el encuentro entre el 24 y el 27 de diciembre de 1919 en la capital. Tras una asamblea abierta y bien concurrida quedó constituida la sección chilena de la IWW367.

En ese congreso fundacional se hicieron representar organizaciones de resistencia de toda la región formándose Uniones locales desde Iquique a Corral. Si bien en un primer momento la conexión fue más bien nominal y hasta un poco ficticia, con los meses se consolidaron activos núcleos IWW en Iquique, Valparaíso, Santiago, Talca y Concepción, principalmente.

La IWW era una central sindicalista revolucionaria fundada en Estados Unidos en 1905. Con los años se crearon secciones en varios continentes. En América Latina sus principales enclaves estuvieron en México y Chile, aunque también hubo núcleos en Venezuela, Ecuador y Uruguay368

Cada sección nacional de la IWW era autónoma y variaba en sus inclinaciones ideológicas según sus propios componentes. Así por ejemplo, la sección estadounidense en estos años era más bien sindicalista revolucionaria (sin finalidad ideológica), mientras que la sección chilena estuvo ligada desde su origen al anarco-sindicalismo, aún cuando solo en 1923 estableció formalmente en sus estatutos el Comunismo Anárquico como finalidad de la organización.

La IWW proponía relacionar los sindicatos bajo el sistema industrialista. Esto es, crear una organización que reuniera a las entidades laborales por ramo (departamentos) de la producción en lugar de mantener los sindicatos por oficio. Así por ejemplo los estibadores, lancheros, jornaleros, pescadores y carpinteros de rivera formarían el Departamento Industrial Marítimo, mientras que los ladrilleros, estucadores, carpinteros y pintores se agruparían en el Departamento Industrial de la Construcción369

Allí donde no se contaba con sindicatos de un gremio, se reunía a individualidades de distintas especialidades y se formaba un Departamento de Oficios Varios370. Esta centralización implicaba un alto nivel de coordinación y apoyo en los conflictos que se suscitaban, pues se estimaba que la capacidad de negociación crecería junto con la organización. La idea es que si paralizaba un sindicato en particular, todos los oficios que componían su Departamento le acompañarían en la huelga. En la práctica estos métodos demostraron ser efectivos sobre todo en los gremios portuarios y entre los trabajadores de la construcción. Pero a su vez, sostenerlos involucró un alto costo social dado que en cada huelga los sindicatos, sin importar su propia situación particular, quedaban relativamente a merced de las iniciativas de otras entidades. Mientras existió afinidad y acuerdo no hubo mayores problemas, pero cuando aquella se reducía o desgastaba por la propia intensidad conflictiva de la IWW, o por la falta de unanimidad en las organizaciones de oficio, la coordinación se hizo más difícil. De hecho, de esta tensión nació la principal disputa en el interior del campo sindicalista libertario de los años veinte: la cuestión de la autonomía.

En cada ciudad los sindicatos de oficios se agrupaban en sus departamentos correspondientes. Los diversos departamentos componían a su vez la Unión Local. Las uniones locales enviaban representantes al Consejo Administrativo de la IWW. En cada Convención Nacional participaban todos los gremios adheridos y juntos discutían el devenir orgánico y estratégico de la entidad en su generalidad.

La IWW reivindicaba la acción directa y proponía como medios de lucha la huelga parcial y general, el boicot, el sabotaje (obstruir la fuente laboral371), el label (marcar el producto boicoteado) y la abstención de participar en elecciones estatales372. Sus cuotas eran bajas y no se producía el enriquecimiento de las Cajas de Resistencia, pues todo el dinero se ocupaba en conflictos. De esa forma se evitaba la burocratización373. Además de ello, y según Moisés Montoya, uno de sus destacados miembros:

“La IWW lucha por arrebatar a todos los proletarios de sus vicios para convertirlos en productores útiles y libres, capaces de administrarse solos, sin la intervención de los demás. Para esto desarrolla el siguiente programa: En lugar de una cantina, en que el alcohol hace al hombre un instrumento dócil para cualquier cambullón, tiene una biblioteca con una librería donde se expenden folletos y libros para embriagar de ideales a todos los que desean emanciparse. En lugar de una filarmónica, que sirve para educar los pies y prostituir a las compañeras, tienen ateneos en que se discuten todas las ideas, con veladas culturales y conferencias para educar el cerebro y convertir a los compañeros en hombres capaces de defenderse de todos los robos políticos. En lugar de un ring, en que se convierte al hombre en una bestia humana, sin razonamiento, enseñándole a abofetear al compañero, mientras frente al patrón es un carnero que se deja explotar mansamente, tiene una Escuela de Dibujo, en que se enseña a apreciar la belleza del arte y a organizar la sociedad futura”374.

Esta organización no solo debe analizarse desde la perspectiva sindical, pues la IWW también fue un importante núcleo de irradiación política y cultural para trabajadores, estudiantes y mentalidades inquietas en general. La IWW, por ejemplo, animó LUX, la más prolífera de las editoriales anarquistas que hubo en la región y creó varios periódicos en las ciudades en que tuvo presencia: El Productor en Iquique; Mar y Tierra, La Voz del Mar y La Voz del Tripulante en Valparaíso; Boletín de los Trabajadores Industriales del Mundo, Acción Directa, El Comunista, Hoja Sanitaria de la IWW y La Voz del Industrialismo en Santiago; El Azote y El Proletario en Talca; Bandera Roja, Emancipación Proletaria y La Luz de Concepción.

Las diversas secciones de la IWW contaban con locales para realizar conferencias y debates públicos. Su Ateneo de Santiago fue todo un centro de encuentro político en la década del veinte en donde llegaban muchas personas cercanas y bien ajenas al ideario ácrata, a escuchar y debatir lo que allí se decía375. Lo mismo ocurría en Valparaíso con las conferencias temáticas que todos los jueves realizaban en la Plaza Echaurren. La IWW también impulsó el teatro obrero y las escuelas racionalistas376. Y hasta fundó un policlínico en 1923 para los trabajadores y sus familias.

En sus primeros años de vida el modelo de organización de la IWW, es decir, la organización por industria, fue asumido con entusiasmo por la mayoría de las organizaciones laborales influidas por libertarios. Sus pilares fueron los estibadores y tripulantes de la marina mercante, los obreros de la construcción (albañiles y estucadores) y los mueblistas, principalmente, pero también contó con lancheros, jornaleros, donkeros, carpinteros de bahía, pintores, baldosistas, constructores de automóviles, zapateros, sastres, entre otros. Si bien los wobblies –como así mismo se llamaban– nunca pudieron unificar a todos los gremios libertarios, pues muchos de ellos –obreros de imprenta, panaderos y zapateros– preferían su autonomía, entre 1919 y 1923 los IWW efectivamente fueron “la central” de los libertarios criollos, relacionando a la mayoría de los sindicatos, periódicos, grupos y estudiantes anarquistas del país377.

 Gracias a la actividad entre los tripulantes de embarcaciones de circulación nacional e internacional, así como por las constantes giras de propaganda y organización, los principios de la IWW se expandieron con prolijidad por Mar y Tierra y en gran parte del territorio378. Sus “uniones locales” más estables estuvieron en Iquique379, Valparaíso380, Santiago, Talca381, Concepción y Talcahuano382. Y aunque fueron más frágiles y fugaces, igual las hubo en Arica383, Caleta Buena, Antofagasta, Tocopilla, Viña del Mar, San Antonio384, San Felipe, Rancagua, San Javier, Tomé, Carahue385 y Corral. Además, como varios de sus miembros eran tripulantes de barcos, constantemente los IWW llegaban a los puertos de toda la región, cultivando relaciones e influyendo en gremios portuarios desde Arica a Punta Arenas386.

En los primeros meses de 1920 fue tal el crecimiento y la actividad huelguística de la IWW que las autoridades se le fueron encima. Como se sabe, durante todo el segundo semestre de 1920 la organización fue procesada por su pretendido carácter ilícito y terrorista. Cuestión que quedó en nada cuando se supo que todo había sido originado por un montaje policial.

Del 15 al 18 de Mayo de 1921 se realizó en Valparaíso la Segunda Convención Nacional de la IWW. Asistieron cincuenta y cinco delegados en representación de ochenta y seis organizaciones laborales de Caleta Buena, Iquique, Antofagasta, Taltal, Valparaíso, Viña del Mar, Santiago, Talca, Talcahuano, Tomé y Concepción. Este sería su primer encuentro formal. Allí se tomaron los siguientes acuerdos:

Hogar Común. Las Uniones Locales propiciarán la concentración de las finanzas gastadas en pequeños salones gremiales para instalar el Hogar común con capacidad para sesiones amplias de las Uniones Locales o Departamentos Industriales y dar facilidades a la instalación de Biblioteca, Teatro, Clínica y Oficina de Contratación de Trabajo.

Pro-imprenta. Se acuerda que cada asociado a los gremios adheridos a los Trabajadores Industriales del Mundo pagará una cuota mínima de un peso para adquirir una imprenta.

Jornada de trabajo. Exigiéndolo el exceso de desgaste físico y favoreciendo la mayor ocupación de obreros cesantes, recomienda la jornada máxima de 44 horas semanales, en todas las fábricas y faenas, divididas en 8 horas diarias y 4 horas el día sábado.

Salarios. Los departamentos y Uniones Locales deben luchar por un salario mínimo que compense las máximas necesidades de los trabajadores; no obstante sostenemos la abolición del salario. Único factor de la tiranía y explotación capitalista.

Trabajo a contrato. Se acuerda tratar de abolir el sistema de contrato y especialmente los contratistas en las faenas marítimas, por considerarse perniciosa para los intereses de los trabajadores y porque en las fábricas y obras se establece la competencia entre ellos y éste sólo beneficia al capitalista.

A falta de trabajo. A falta justificada de trabajo en fábricas, talleres y faenas, imponer (la redondilla) o sea turnos rotativos o disminución de horas de trabajo, a fin de impedir la suspensión o cesantía forzosa de los trabajadores.

Enganches. Boycotearlos en todas formas y sentidos, sosteniendo la libre demanda y libre concurrencia o contratos directos, impidiendo así la especulación y despotismo desenfrenado por enganchadores.

Matrícula de gente de mar y fotografía de identidad en fábricas y faenas. Acuérdese sostener y gastar todo el empeño posible en anular estas marcas impuestas por el capitalismo gubernamental.

Peso máximo de llevar al hombro. Las Uniones Locales deben exigir a los capitalistas fijen el máximo de peso de 70 kilos.

Herramientas en el trabajo. Se insinúa iniciar la lucha por la abolición de las herramientas llevadas por los obreros en todas las faenas y establecimientos fabriles, exigiendo sean costadas y proporcionadas por los capitalistas y patrones.

Emancipación de la mujer. Las Uniones Locales y los asociados en particular deben luchar en todas las esferas propagando, adelantando y sosteniendo la emancipación de la mujer, organizándola. Creando en nuestro periódico secciones especiales donde se les invite a colaborar. Igualmente la edición de folletos, proclamas afines en este sentido. También propiciarán la lucha por la forma lógica y justa de igual trabajo, igual salario para contrarrestar la libre competencia entre ambos sexos a que las condena el régimen capitalista.

Alcoholismo. Se encarga a los Centros de Estudios Sociales dependientes de la I.W.W. y los que simpaticen con nuestros principios, intensifiquen con energía una campaña práctica y teórica hasta donde les sea posible y con el concurso de las Uniones Locales contra este anestesiador vicio, fomentado por los vinicultores y gobernantes.

Habitaciones obreras. No reconociendo el derecho de usurpación de la tierra por unos pocos, máxime cuando éstos nos explotan descaradamente obligándonos a vegetar en conventillos u otras habitaciones estrechas insalubres y caras, se recomienda mantener una constante agitación en pro de su abaratamiento y salubridad hasta la huelga de arrendatarios: es decir no pagar arriendos por las habitaciones sucios y caras.

Atención sanitaria. Las Uniones Locales y Departamentos deberán exigir a los capitalistas asistencia médica en fábricas, talleres, minas, bahía, etc. También estimular las atenciones sanitarias fundando clínicas, extendiendo sus servicios a sus asociados y sus familias para contrarrestar la hipocresía de la caridad burguesa con la solidaridad proletaria.

Funerales. Se recomienda que los funerales de los asociados sólo se harán solidarias las organizaciones cuando hayan caído en las luchas sociales o por accidente en el trabajo, como medio de propaganda emancipadora y apostrofar la indolencia capitalista. En los demás casos las organizaciones quedan en libertad de obrar como lo estimen conveniente.

Primero de Mayo. El primero de Mayo es un día de protesta mundial y de acción revolucionaria. No obstante, nosotros, los Trabajadores Industriales del Mundo declaramos que mientras exista el régimen capitalista con sus ejércitos de parásitos usurpadores del esfuerzo productor y acaparadores de la tierra convirtiéndola en propiedad privada, y la explotación del hombre por hombres privilegiados, todos los días mientras este estado subsista será y deben ser de protesta y de continuada agitación proletaria.



Presos por cuestiones sociales. Las Uniones Locales y organizaciones afines deben mantener una constante agitación por la libertad de nuestros camaradas, que por servir a las causas proletarias son víctimas de venganza capitalista, secuestrándolos en cárceles y presidios. No menos debe ser la atención debida a los hogares de todos los abnegados luchadores.

Comunismo Libertario y Consejo de Fábrica. Recomiéndese a los trabajadores el estudio del comunismo libertario; igualmente el estudio de los consejos de fábricas ideados y puestos en práctica en Rusia e Italia, debiendo atender al estudio y difusión de ambos temas los conferencistas y los redactores de los periódicos y folletos que se editen.

Saludo Fraternal. La convención acuerda enviar un saludo fraternal a los camaradas revolucionarios del mundo, y exteriorizarlo a nuestros dignos camaradas que por hoy se encuentran en las cárceles y presidios, borrón infamante del capitalismo, y manifestamos por ellos nuestra protesta y afirmamos luchar con el calor de nuestra convicción hasta conseguir su libertad.

Voto de simpatía. Considerando que con la Federación de Estudiantes de Chile y la Federación Obrera de Magallanes andamos ligados por los vejámenes y crímenes de que fuimos víctimas en la pasada administración gubernativa y tomando en consideración que en la primera existen miembros que nos han prestado desinteresado concurso a nuestra organización y con la segunda nos ligan intereses comunes, la comisión acuerda un voto de simpatía y solidaridad a estas Federaciones que sea al mismo tiempo una protesta hacia nuestros comunes victimarios”387.

Tras esa Convención la IWW reactivó sus campañas reivindicativas a nivel nacional. En junio de 1921 y junto a la FOCH ayudaron a los panaderos a ganar su huelga general. Ese mismo mes, pero en el puerto, apoyaron una paralización de obreros de la Fábrica de Galletas Hucke. La boicotearon dos semanas hasta que vencieron388.

Entre 1920 y 1921 la IWW era la organización laboral más poderosa y belicosa de Valparaíso. Contaba con unos 6 mil afiliados entre estibadores, lancheros, transportistas, operadores de grúas, tripulantes, cargueros de ferrocarriles y trabajadoras fábricas. Con ellos protagonizó numerosas huelgas y boicots. Muchas veces la sola amenaza de paralización bastaba para conquistar sus demandas.

La IWW se ganó muchos enemigos entre el empresariado, la prensa de masas y el Estado, pero también entre los comunistas y la FOCH, puesto que varios sindicatos de la vieja federación, sobre todo en Antofagasta, Rancagua, Talca y Talcahuano, se pasaron a la filas anarcosindicalistas. Los gremios conservadores, desde luego, acusaban a la IWW de subversiva y antipatriótica389.

En respuesta a los libertarios industrialistas, los patrones organizaron la Asociación de Comerciantes de Valparaíso, que luego tuvo similares en Antofagasta, Talcahuano y otras ciudades. La Asociación le declaró un lockout a los IWW desde el 18 al 26 de agosto de 1921, paralizando las descargas portuarias para des-emplear a los subversivos. La IWW, por su parte, respondió con la huelga general a partir del día 28. Les secundaron los IWW de Antofagasta y Talcahuano y pronto encontraron la solidaridad de sus compañeros de Iquique, Mejillones, San Antonio, Coronel y Punta Arenas390. 

Por las magnitudes de la huelga el gobierno ofreció mediar y la Oficina del Trabajo llamó al arbitraje, cuestión que fue rechazada por los comerciantes. Finalmente todo acabaría –momentáneamente– en un empate. Sin embargo, el 24 de octubre el presidente Arturo Alessandri decretó la abolición de la “redondilla”. Esta derrota afectó dramáticamente a los IWW de todos los puertos del país, pues la redondilla era allí la base de su poder391. La redondilla era un mecanismo de empleo en donde los turnos de trabajo para cargar y descargar naves eran establecidos por el sindicato. Ellos regulaban el horario y ellos elegían también quienes desempeñarían el trabajo. En Iquique la redondilla fue suprimida en octubre de 1923 tras sangrientos ochenta y ocho días de huelga. En ese conflicto, además, asaltaron la imprenta de El Sembrador, publicación anarquista íntimamente ligada al Sindicato de Lancheros de la ciudad392. La nortina sección de la IWW cesó sus actividades. Ese mismo año los wobblies de la Fábrica de galletas Hucke de Valparaíso fueron derrotados también en otro conflicto laboral.

Además de estos reveses en el terreno sindical, en 1923 estalló la crisis interna del campo anarcosindicalista, separándose aguas entre la IWW por un lado, y los anarquistas específicos y los sindicatos federalistas, por el otro. A los primeros se les acusaba de centralistas y marxistas. A esas alturas seguían siendo “fieles” a la IWW los obreros portuarios de Valparaíso y San Antonio y los trabajadores de la construcción de la capital, principalmente. Y es que aún cuando conservaban organizaciones en otras provincias, la fuerza de la IWW estaba siendo considerablemente mermada.

En la Tercera Convención Nacional realizada en Santiago en marzo de 1924, y producto de las críticas que venían del interior del movimiento sindicalista libertario, la IWW se hizo industrialista y federalista al mismo tiempo. No excluiría formas de organización mientras se luchara mediante la acción directa. Además, en el afán de responder a las acusaciones de centralismo, se abolió el Comité Regional Administrativo y se instauró un Comité de Relaciones. Por último, explicitó su adhesión al comunismo anárquico393.

En la Cuarta Convención Nacional de Concepción, realizada desde el 1° al 4 de enero de 1926, además de reafirmar los acuerdos anteriores, se planteó rehacer los contactos con la Asociación Internacional de Trabajadores –con sede en Berlín–, pues tenían a la entidad mundial libertaria descuidada. Se revitalizó el llamado a propagar el neomaltusianismo y se reafirmó el deseo de intensificar las campañas por la libertad de Sacco y Vanzetti394.




A partir de la dictación de las leyes sociales en 1925 y hasta su extinción, la IWW realizó campañas en contra del Código del Trabajo y los sindicatos legales, reafirmando la necesidad de organizarse fuera del Estado para conservar la autonomía de los movimientos sociales.

 Entre 1925 y 1927 sus fuerzas eran bastante escasas dado que la mayoría de los sindicatos libertarios pertenecía ahora al sector autonomista, que desde 1926 se alineó en la Federación Obrera Regional Chilena. Entonces los IWW se concentraban en los obreros de la construcción y en los tripulantes de embarcaciones. Entre estos últimos seguían siendo hegemónicos en comparación con otras tendencias. De hecho, en mayo de 1925 y mayo de 1926, organizaron las Convenciones Marítimas Portuarias, en Valparaíso y Coquimbo, respectivamente. Planeaban organizar una “Gran Unión Marítima del Litoral Chileno”. Aún eran capaces, además, de hacer giras de propaganda a Punta Arenas y Ecuador395.

La Dictadura de Ibáñez entre febrero de 1927 y julio de 1931 reprimió desde un principio a la IWW. Sus principales organizadores y propagandistas fueron perseguidos, algunos de ellos capturados y confinados, mientras que otros debieron cruzar la frontera para ponerse a salvo. Un grupo de wobblies que se reunió en Buenos Aires publicó Acción Directa allí en 1928 y algunos de ellos (Armando Triviño y Pedro Ortúzar) participaron en la fundación de la Asociación Continental Americana de Trabajadores, ACAT, dependiente de la AIT.

Tras la caída de Ibáñez, los IWW intentaron reagruparse pero sin mayor éxito, salvo en algunos de sus gremios característicos, como el de tripulantes de embarcaciones396.En Valparaíso contaban con un sindicato de mueblistas y uno de metalúrgicos. En Santiago poseían un Departamento de mueblistas y una organización de oficios varios.

En sus locales, acondicionados como ateneos, seguían realizando veladas solidarias y actividades de difusión política397. Los inmuebles de la IWW de los años treinta y cuarenta albergaron el Hogar del Artista Obrero y el Policlínico de la IWW398. Esa última entidad, ahora bajo el nombre de Policlínico Juan Gandulfo, en recuerdo de su fundador fallecido en 1932, seguirá existiendo en 1954.

El 18 y 19 de septiembre de 1937 los wobblies realizaron su Sexta Convención Nacional en Viña del Mar. En ella reafirmaron sus principios e insistieron en mantenerse al margen de las otras organizaciones obreras. Desde la nueva central libertaria –la Confederación General de Trabajadores– se les acusó de tradicionalista, por “vivir de recuerdos” en lugar de sumarse a la organización anarcosindicalista mayoritaria. No obstante esas disputas, existentes sobre todo en la primera mitad de los años treinta, la IWW y la CGT no se excluyeron de unirse en determinadas campañas o en la conmemoración del 1º de Mayo.

Ya en la década del cuarenta los IWW fueron desplazados de casi todos sus espacios y solo unos pequeños grupos conservaron sus siglas en instancias relacionadas con el teatro y la salud de los trabajadores399. La última noticia que se tiene de la IWW es la edición en 1951 de una nueva versión de su clásico periódico Acción Directa.


La IWW fue efectiva en varios aspectos. A ella se debió la unificación, aunque momentánea, de casi todo el espectro libertario de la región chilena, cuestión que a pesar de haber sido buscada con anterioridad, jamás se había logrado. Varios triunfos en huelgas parecieron demostrar la idealidad de sus métodos de organización por industrias, al comprometer la solidaridad de varios oficios a favor del sindicato en conflicto. Quién sabe si fue eso mismo, sumado a la represión estatal y la persecución empresarial, lo que acabó desgastándola. Ciertamente varias de sus actitudes demostraron un cierto dejo de sectarismo, sobre todo en las disputas con marxistas y otros sindicatos libertarios, pero la IWW, con sus victorias y derrotas, conquistó un lugar destacado en la historia del movimiento social chileno de los años veinte.


Víctor Muñoz Cortés 



365 Sobre la IWW en Chile, véase Mario Araya, Los Wobblies criollos. Fundación e ideología en la región chilena de la Industrial Workers of the World IWW (1919- 1927), Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia y Ciencias Sociales, Santiago, Universidad ARCIS, 2008; Peter DeShazo, The Industrial Workers of the World in Chile, 1917-1927, M.A. Thesis, University of Wisconsin, Wisconsin, 1973.
366 Peter DeShazo, Trabajadores urbanos…, , op. Cit., p. 225.
367 “Los Trabajadores Industriales del Mundo IWW y la FOLS de Santiago celebran una convención en Santiago”, Numen, Santiago, 3 de enero 1920.
368 En 1921 los confiteros, mozos, ayudantes y peones de Montevideo se organizan como IWW. “Uruguay”, El Productor, Iquique, 21 agosto 1921.
369 Por ejemplo, en 1922 el Departamento de Manufacturas en Madera de Santiago estaba dividido en 3 sub-departamentos geográficos (Barrio Independencia, Cortés Yungay y San Eugenio), y tenía 450 miembros entre mueblistas, talladores, barnizadores, tapiceros, maquinistas barraqueros y taqueros.
370 En 1923, por ejemplo, se creó un Departamento Femenino de Oficios Varios en Santiago para reunir a las mujeres de todas las fábricas y luchar contra los prejuicios religiosos. Y es que, aparte del policlínico, en 1924 se habían “implantado las clases nocturnas de castellano, matemáticas, dibujo lineal y ornamental, conferencias sobre educación y alimentación del niño, de sociología y sobre típicos de suma importancia para la sociedad en general”. Ver “Departamento Femenino de Oficios Varios”, El Obrero Constructor, Santiago, junio 1924. “Correspondencia del extranjero”, Nuestra Tribuna, Necochea, 1 noviembre 1923.
371 Esta medida fue retirada en la Convención de Mayo de 1921.
372 “Constitución”, Boletín de los Trabajadores Industriales del Mundo, Santiago, abril de 1920.
373 El portuario Luís Toro hace una completa descripción de la organización y metodología de acción de la IWW en “Nuestra organización revolucionaria”, La Voz del Mar, Valparaíso, segunda quincena de agosto, primera quincena de septiembre 1924.
374 “¿Qué opina usted del Movimiento obrero en Chile? Responde Moisés Montoya”, Claridad, Santiago, 11 agosto 1923.
375 El 6 y 13 de julio de 1926, por ejemplo, el mismísimo presbítero Daniel Merino discutió contra los ácratas sobre “La función social de la propiedad privada y del capital”. “Informaciones gremiales”, Justicia, Santiago, 5 julio 1926. En Iquique los anarquistas locales habían debatido públicamente con el obispo José María Caro a fines de 1924. Véase “Controversiando con el obispo Caro”, El Surco, Iquique, 3 y 10 de enero 1925.
376 En los años veinte su local estaba en Nataniel 1057.
377 En marzo de 1921, los gremios santiaguinos vinculados a la IWW, eran Unión en Resistencia de Elaboradores en Madera, Unión en Resistencia de Estucadores, Unión en Resistencia de Albañiles y Concreteros, Unión en Resistencia de Baldosistas, Federación de Pintores, Federación de Curtidores, Club de Talladores, Centro Comunista de Panaderos, Federación de Obreros y Obreras en Calzado, Federación de Obreros de Imprenta de Santiago, Federación de Sastres.
378 Si bien la IWW nunca asimiló a todos los gremios anarco-sindicalistas, la cantidad de afiliados no deja de ser importante para la época. En 1920, antes de un año de haber sido organizada, la IWW contaba con 10 mil miembros. En julio de 1921, luego de la segunda Convención Regional, decían tener cerca de 13 mil. A fines de 1922, tras la represión, contaba solo con 3 mil. La cifra aumentaría en los años siguientes, sobre todo debido a la reunificación de los sectores portuarios. En Valparaíso llegaron a tener 4 mil miembros pero tras algunas huelgas perdidas y la represión imperante en 1924 solo tenían 1240 con sus cuotas al día. En Santiago el promedio era de 3 mil, siendo en su mayoría trabajadores de la construcción. Mario Araya, Los wobblies criollos: op. Cit.; Peter DeShazo, Trabajadores urbanos…, , op. Cit..; Cifras en Acción Directa, Santiago, 15 de diciembre de 1922. Ver también Trabajo, Punta Arenas, 1925-1926.
379 En Iquique, entre 1921 y 1923, la IWW estuvo compuesta por Lancheros, Cargadores, Departamento Femenino, Oficios Varios, Calafates. Ver El Productor, Iquique, 1921-1923; Ver también La Unión Local, Manifiesto al proletariado. Explicando nuestra actitud (volante), Imprenta Progreso, Iquique, 21 de diciembre de 1922; Los grupos de jornaleros marítimos, A los jornaleros marítimos (volante), Imprenta Progreso, Iquique, 1 de agosto 1924; La Unión Local, Voz de Alerta. Al pueblo y a los obreros marítimos (volante), Imprenta Progreso, Iquique, 15 de marzo de 1924.
380 El local de la IWW en Valparaíso, en 1926, estaba en San Ignacio 109.
381 La IWW de Talca estaba compuesta también por cigarreros de la Fábrica propiedad de Fígari. Por un Departamento de Oficios Varios, Unión de Elaboradores en Madera, Estucadores y Sastres. Y por un Departamento Femenino. “Fábrica de cigarrillos boicoteada”, El Productor, Iquique, 25 agosto 1923. Ver El Azote, Talca, 1921. 382 Su local en Concepción estaba en Orompello n°1195. Sobre la IWW en esa zona ver Bandera Roja, Concepción, 1926. 383 “Solidaridad con los IWW de Arica”, La Voz del Tripulante, Valparaíso, diciembre 1936. 384 “San Antonio”, La Voz del Mar, Valparaíso, 22 febrero 1925. En 1938, el local de la IWW en San Antonio estaba en Aldea n°151. Destacaron en esa sección Segundo Vera, Carlos Navarrete.
385 A fines de 1924 se creó en Carahue la Unión Local IWW que organizó a los zapateros de la ciudad y estaba trabajando por adherir a ella a los trabajadores a jornal de la Cía Buques y Maderas, y de ferrocarriles. Un estudiante, perseguido de la era de San Fuentes, de apellido García les ayudaba gestionando un policlínico de la IWW y dando charlas. “De Carahue”, La Voz del Mar, Valparaíso, primera quincena de enero 1925.
386 Entre 1925 y 1927, por ejemplo, hubo una activa presencia de la IWW en Punta Arenas. Véase, El Trabajo, Punta Arenas, 1925-1926.
387 “Bases, Principios y Métodos de la I.W.W. Aprobados en la Segunda Convención efectuada del 15 al 18 de Mayo de 1921”, Acción Directa, Santiago, primera quincena de agosto de 1921. “Segunda Convención de los IWW”, Claridad, Santiago, 4 junio 1921.
388 Peter DeShazo, Trabajadores urbanos…, , op. Cit., p. 270.
389 Enemiga declarado de la IWW fue la Federación de Gente del Mar de la Marina Mercante. Ver El Tripulante, Valparaíso, 1925-1926. Por ejemplo “Las letras fatídicas. IWW”, del 28 de mayo y 4 de junio de 1925; “Como se nos combate”, “La Asociación de Comerciantes y la Dirección del Territorio Marítimo contra nosotros”, La Voz del Mar, Valparaíso, primera quincena noviembre 1924, 11 noviembre 1926; Sobre los consejos federales de la FOCH ver “La IWW en la región chilena”, Acción Directa, Santiago, primera quincena de mayo 1921; “Consejo n°2 de Gente de Mar”, La Chispa, Talcahuano, 29 de mayo de 1921.
390 “El lockout de Valparaíso”, “El comicio del viernes”, El Productor, Iquique, 12 septiembre 1921.
391 Peter DeShazo, Trabajadores urbanos…, , op. Cit., p. 269-274.
392 Ver reportajes de El Sembrador, Iquique, 20 octubre 1923; También revisar El Productor de la misma ciudad.
393 En esa convención asistieron delegaciones de Santiago, Valparaíso, Talca y Concepción: AGP, FOIC, F. Organizaciones autónomas, Pintores, Unión en Resistencia de Albañiles y RS, CES, Empajadores de Damajuanas, Comité Pro-presos y Deportados. De Iquique no llegaron por la crisis. La FOIC y la F. de Organizaciones Autónomas se retiraron. “La IWW y su Tercera Convención Regional”, Ideas, Antofagasta, primera quincena de mayo 1924; “Tercera Convención IWW”, Campana Nueva, Valparaíso, primera quincena abril 1924; “La última convención IWW”, El Obrero Constructor, Santiago, junio 1924.
394 “La 4ta Convención de la IWW en Concepción”, La Voz del Mar, Valparaíso, 16 abril 1926.
395 Véanse las notas sobre las conferencias del IWW Carlos Mondaca en Punta Arenas en 1926, a través de El Trabajo, Punta Arenas, 1926. “Nuestra gira al Ecuador”, La Voz del Mar, Valparaíso, 26 de septiembre 1926.
396 Véase La Voz del Tripulante, Valparaíso, 1936-1938.
397 Ver por ejemplo “Conferencias y charlas de interés sindical”, La Hora, Santiago, 15 julio 1937; “La IWW puede revivir sus días de gloria”, “Por línea justa”, El Ariete, Santiago, segunda quincena de junio y segunda quincena de noviembre de 1939.
398 En esos años, sus locales en Santiago estaban ubicados sucesivamente en Avenida Matta n°644, 614, 832, y 1113. Memorándum, 22 septiembre 1933, AHN, FMI., V. 8383; “Teatro del pueblo”, La Hora, Santiago, 2 abril de 1941.
399 En 1934 contaban con un Sindicato de Mueblistas. En 1940 fundaron un Comité IWW en el sector San Pablo y pensaban que estaban reviviendo. “Los Trabajadores Industriales del Mundo renacen en Chile: Mantienen un gran hogar social con Policlínica para los Barrios”, Vea, Santiago, 3 de julio 1940; Memorándum, 24 abril 1932, AHN, FMI, V. 8147; Memorándum, 14 de mayo 1932, AHN, FMI., V. 8147; Memorándum, 25 de abril, AHN, FMI., V. 8148. En 1938, y según su prensa, contaban con pequeños grupos en Arica, Iquique, Antofagasta, Taltal, Valparaíso, Los Andes, Santiago y San Antonio





viernes, 16 de octubre de 2015

Acerca de una huelga - Errico Malatesta


Traducido desde “A proposito di uno sciopero,” L'Associazione (Niza) 1, no. 1 (6 de septiembre [recte octubre] de 1889). Al castellano: @rebeldealegre. Sólo se publicaron  siete números de este periódico, los tres primeros desde Niza, los restantes desde Londres.

Un asunto que correctamente preocupa a los revolucionarios es cómo sucederá la revolución.

La sociedad establecida no puede durar, dicen, pero aún así refleja tremendos intereses, está respaldada por un montón de prejuicios tradicionales, y, por sobre todo, es defendida por una poderosa organización militar que se desmoronará tan pronto como el hechizo de la disciplina se rompa, pero mientras tanto es un formidable perro guardián y medio de represión. ¿Dónde encontraremos la fuerza y la unidad de acción requeridos para vencer? Los planes y conspiraciones están bien cuando se trata de montar una acción específica que necesita sólo a un puñado de personas, pero son generalmente incapaces de determinar una revuelta popular lo suficientemente amplia como para representar una oportunidad de victoria. Los movimientos espontáneos son casi siempre demasiado pequeños o demasiado localizados, erupcionan con demasiado descuido y son muy fácilmente aplacados como para dar esperanzas de ser tornadas en una sublevación general.

Razonando en esta línea, la conclusión casi siempre alcanzada es que las mejores ocasiones para intentar una revolución social las ofrece algún movimiento político montado por la burguesía, o una guerra.
 
Aunque estamos siempre listos para tomar la oportunidad que las guerras o las revueltas políticas puedan ofrecernos para la expropiación y la revolución social, no creemos que esas sean las más probables, ni las más deseables de las circunstancias.

Una guerra puede gatillar una revolución, al menos en el país vencido. Pero la guerra despierta la mala semilla de los sentimientos patrióticos, inspirando el odio por el país vencedor, y la revolución que ésta podría hacer nacer — en gran medida promovida por el deseo de venganza y confrontada con la necesidad de resistir la invasión — tiene una tendencia a no ir más allá de un lío político. Existe incluso el peligro de que el pueblo, fastidiado por las depredaciones y matonajes de los soldados extranjeros, pueda olvidar la lucha contra los burgueses y fraternizar con estos últimos en una guerra contra el invasor.

Una agitación política carga con el mismo tipo de peligros, aunque a menor escala; el pueblo acepta alegremente como amigos a todos los que luchan contra el gobierno, y los socialistas, que estarían naturalmente intentando tornar el tumulto en una revolución social, serían acusados de poner la victoria en riesgo y de servir a los intereses del gobierno.

Tales eventos se están volviendo cada vez más improbables. La burguesía ha ido habituando de alguna manera a las revueltas desde la emergencia del partido socialista que amenaza con arrebatarle la victoria de las manos, y el pueblo, iluminado por la experiencia y la propaganda, ya no anhela tanto ir al sacrificio por la gloria y el beneficio de sus amos. Y nuevamente, la burguesía no tiene real intención de hacer la revolución — ni en los países europeos occidentales ni en las Américas. En esos países, es la burguesía la que en realidad gobierna. El hecho de que parte de ella se encuentre en graves aprietos y que enfrente la bancarrota y la pobreza no depende de las instituciones políticas y no puede ser alterado por un mero cambio de gobierno. Es, en vez, el resultado del mismo sistema capitalista al cual la burguesía le debe su existencia. Y, no importa cuán inevitable e inminente pueda parecer la guerra por mil razones económicas y políticas, es siempre pospuesta y se hace cada vez menos probable que ocurra a medida que los avances del socialismo internacional hace a los dominadores temer sumergirse en la oscuridad que sigue a una gran guerra europea.

De todos modos, las guerras y las revueltas políticas no dependen de nosotros, y nuestra propaganda, por su misma naturaleza, tiende a volverlas cada vez más difíciles e improbables. Sería por lo tanto muy mala táctica de nuestra parte si basáramos nuestros planes y esperanzas en eventos que no podemos y no deseamos gatillar.

De hecho, creemos que el prejuicio de esperar por oportunidades que no podemos llevar a cabo nosotros es en gran parte culpa del tipo de inercia y fatalismo al que algunos de nosotros a veces sucumbimos. Por supuesto, aquel que no puede hacer nada o piensa que no puede hacer nada, se inclina a dejar que las cosas tomen su curso y a dejar que el curso de la naturaleza disponga las cosas. Y ese mismo prejuicio podría muy bien ser culpa del hecho de que muchos buenos socialistas, cuyo cálido amor por el pueblo y ardiente espíritu revolucionario no podríamos negar, creen estar obligados a bajar sus armas y esperar a que algo caiga del cielo. Sin poder soportar tal ociosidad, se lanzan, sólo por hacer algo, al concurso electoral y entonces, poco a poco, abandonan la ruta revolucionaria por completo y descubren que se han convertido, contra sus voluntades, en vulgares políticos. ¡Cuán a menudo lo que parece — y bien puede haber resultado ser — traición ha comenzado por un entusiasmo e impaciencia que han perdido su camino!

Por suerte hay otras avenidas por las que la revolución puede suceder, y entre ellas nos parece que la agitación obrera en la forma de huelga es la más importante.

Las grandes huelgas que han ocurrido en los años recientes en un número de países europeos iban apuntando a los revolucionarios en dirección a aquel método abandonado; pero, de todas ellas, la colosal huelga de los trabajadores portuarios en Londres hace poco tiempo ha probado ser especialmente instructiva.[1]

* * *

Estos son los hechos:

Tras una corta pero ocupada campaña de propaganda, los trabajadores temporales de los puertos de Londres, que en la región son unos 50.000, se organizaron en un sindicato y rápidamente comenzaron la huelga. Los temporales son trabajadores a pedido que se reportan en los portales de los depósitos cada mañana y, si hay trabajo para ellos, son empleados por el día o en realidad simplemente por varias horas de corrido. Son éstos trabajadores pobres que viven en tugurios estrechos y fétidos, alimentándose o incluso manteniendo su hambre a raya con alimentos de desecho y licores contaminados, y vistiéndose de harapos. Viviendo el día a día, su trabajo siempre incierto, expuestos a la competencia de todos los famélicos que llegan desde todo lugar de Inglaterra y del resto del mundo, habituados a disputar unos con otros por un poco de trabajo, despreciados por los trabajadores de los oficios más afortunados, ciertamente satisfacen toda condición necesaria para ser considerados inapropiados para la organización y para una revuelta consciente contra los explotadores. Y sin embargo tomó sólo un par de años de propaganda realizada por un puñado de hombres voluntariosos capaces de dirigirse a ellos en términos inteligibles para probarles que son bien capaces de unir fuerzas, pararse rectos, y exigir la atención de todo el mundo civilizado. Lo que simplemente demuestra que el pueblo está en realidad más avanzado de lo que algunos creerían, y que una lenta pero persistente elaboración ya está en camino entre las masas, todo desconocido para los filósofos, preparándoles para el gran día que alterará la faz de la tierra.

Los huelguistas demandaban seis peniques la hora (en vez de cinco) por un día de trabajo; y ocho peniques la hora por trabajo antes de las 8 de la mañana y después de las 6 de la tarde; la abolición del arreglo mediante el cual el trabajo era subcontratado a explotadores de segundo nivel quienes, a su vez, subcontrataban a otros; un mínimo de cuatro horas de trabajo para los contratados, y unos cuantos otros cambios regulatorios.

La huelga de los trabajadores temporales había sido escasamente declarada cuando todos los demás sindicatos asociados a la carga y descarga de los buques — estibadores, portadores del carbón, lancheros, carreteros, etc. — también detuvieron el trabajo, algunos de ellos ni siquiera buscando mejorías sino sólo por solidaridad con los temporales. Rechazaron todo compromiso y toda concesión hasta que los temporales tuvieran lo que querían.

Llevados por el ejemplo, otros sindicatos no relacionados con los puertos entablaron simultáneamente sus propias demandas y se fueron a huelga.
 
Y Londres, la gran capital de los monopolios, fue testigo de 180 mil personas en huelga, e impresionantes protestas de hombres con rostros demacrados, vestidos en harapos, cuyo severo ceño infundió terror en las almas de la burguesía.
            
Pero hubo más:

Los trabajadores empleados en las plantas de gas se ofrecieron para ir a huelga. Londres habría quedado en la oscuridad al caer la noche y los hogares de los burgueses estarían expuestos a graves peligros. La misma oferta fue hecho por los conductores de tranvías, los obreros siderúrgicos, y los carpinteros.

En resumen, hubo un gran incremento de entusiasmo, un arrebato de solidaridad, un renacimiento de la dignidad que parecía consumar una huelga general; con la producción, el transporte y los servicios públicos detenidos ¡en una ciudad de unos 5 millones de habitantes!

Otras ciudades en Inglaterra sintieron el impacto del ejemplo dado, y brotaron huelgas más o menos grandes aquí y allá. En su tierra y en todas partes, el proletariado comprendió que los trabajadores de Londres luchaban en la causa común, y se inundó de extraordinaria ayuda proveniente de todos lados.

Los huelguistas habían de ser admirados por la resolución con que soportaron las más duras privaciones, y por la fortaleza con que rechazaron toda sugerencia de compromiso, por la inteligencia que desplegaron al anticipar lo que se necesitaría para la lucha, y por el espíritu de solidaridad y sacrificio que prevaleció en sus filas.

Se esforzaron por alimentar a una población, incluidos mujeres y niños, de más de medio millón de personas; de levantar suscripciones y colectas por toda la ciudad; de seguir el ritmo a una vasta correspondencia por carta y telegrama; de organizar mítines, protestas, y charlas; de estar pendientes, poner manos a la obra, y estar alerta en caso que los patrones timaran a pobres ingleses o extranjeros hacia el esquirolaje; de monitorear todas las entradas a los puertos para ver si había personas yendo a trabajar y cuántas. Todo esto, asombrosamente bien hecho por voluntarios no solicitados.

Hubo un incidente digno de notar: un buque de carga de hielo arribó y corrió el rumor de que este hielo iba destinado a los hospitales. Los huelguistas corrieron en tal número a ayudar a descargarlo sin cuidado alguno de si iban a ser pagados o no por la labor. Los enfermos — y en especial los pacientes en los hospitales — no debían sufrir por cuenta de la huelga.

No hay duda; gente como esta merece y es capaz de velar por sus asuntos por sí misma y, de ser libres, se guiarían en sus labores por esta preocupación por el bien general — ¡algo completamente ausente en el sistema burgués de producción!

Esos trabajadores poseían un amplio, a menudo instintivo, conocimiento de sus derechos y de su utilidad a la sociedad, y tenían la mentalidad combativa requerida para hacer una revolución; sintieron un vago anhelo por medidas más radicales que pudiesen terminar con su sufrimiento de una vez por todas, y borrar de la producción a todos los patrones e intermediarios que, aunque no producen nada, claman la mayor parte de lo producido, y hacen del trabajo, que debiese ser una obligación — algo de qué glorificarse y de lo cual derivar satisfacción — un infierno de dolor y una marca de inferioridad.

La ciudad estaba en alboroto, las provisiones se habían agotado en gran medida, muchas fábricas habían sido cerradas por falta de carbón o de materias primas, y con la incomodidad creciente, la irritación estaba en alza. En las esquinas, se comenzaba a hablar de hacer redadas a los distritos más adinerados.

Un estallido de revolución social soplaba por las calles de la gran ciudad.

Desafortunadamente las masas están aún impregnadas del principio de autoridad y creen que no pueden y no deben hacer nada sin órdenes desde arriba. Y así fue que los huelguistas fueron influenciados por un comité de personas que ciertamente merecen elogios por la parte que habían jugado en sentar las bases para la huelga o por servicios previos, pero que llanamente no eran adecuados para la posición a la que habían sido elevados por las circunstancias. Enfrentados a una situación completamente nueva que había ido más allá de todo a lo que aspiraban y para lo cual no tenían corazón, no pudieron lidiar con las responsabilidades incumbentes a ellos y llevar las cosas adelante, y no tuvieron la modestia y la inteligencia de hacerse a un lado y dejar que las masas actuaran. Comenzaron por restringir la huelga con una demostración contra la huelga general, y siguieron por hacer todo en su poder por mantener la paz y mantener la huelga dentro de los parámetros de la ley. Después, luego de que el momento de oportunidad había pasado, y el agotamiento había comenzado a minar el entusiasmo, presionaron por lo que habían antes rechazado e hicieron un llamado a la huelga general, sólo para retractarse debido a nuevos temores y presiones.

El alcalde de la ciudad y el alto clero, que había permanecido impasible, sin importarles en nada el sufrimiento de los trabajadores, volvieron a la ciudad una vez que vieron que las cosas se prolongaban demasiado y que el asunto estaba en dificultad y enfrentando el fracaso. Abrumados como siempre por tiernos sentimientos por la amada buena gente, se ofrecieron a mediar... Y luego de cinco semanas de heroico esfuerzo, todo el asunto terminó en un compromiso, tras lo cual los trabajadores volvieron a trabajar con la promesa de que sus demandas serían satisfechas desde el 4 de noviembre.

* * *

Véase cuán fácil podría suceder una revolución y, ¡ay! cuán fácil la oportunidad se puede dejar esfumar.

Si solamente en Londres la huelga general hubiese sido alentada y se le hubiese permitido seguir, la situación se hubiese tornado muy problemática para la burguesía, y la revolución se le hubiese ocurrido rápidamente al pueblo como la más simple solución. Fábricas cerradas; vías férreas, tranvías, buses, carros y cabinas en pausa; los servicios públicos cortados; los suministros de alimentos suspendidos; las noches sin luz de gas; cientos de miles de trabajadores en las calles — qué situación para que un grupo de personas, ¡hubiesen tenido un poco de materia gris y una pizca de agallas!

Si solo un poco de llana y clara propaganda en pro de la expropiación violenta se hubiese montado de antemano; si algunas bandas de valientes se hubiesen dispuesto a tomar y repartir alimentos, vestimenta, y otros artículos útiles que las bodegas tenían por montones, o si individuos aislados hubiesen forzado su entrada a los bancos y otras oficinas de gobierno para prenderles fuego, y otros hubiesen entrado a los hogares de la alta burguesía y alojado a las esposas e hijos ahí; y si otros le hubiesen dado su justo merecido a los más avaros burgueses y otros hubiesen puesto fuera de acción a los líderes de gobierno y a todo aquel que, en tiempos de crisis, pueda tomar su lugar, a los comandantes de la policía, los generales y todo el escalón superior del ejército, tomados por sorpresa en sus dormitorios o mientras salen de sus casas: en resumen, si solamente hubiese habido unos pocos miles de revolucionarios decididos en Londres, que es tan inmensa, entonces hoy la vasta metrópolis — y con ella, Inglaterra, Escocia, e Irlanda — estarían enfrentando una revolución.

Y tales cosas, tan problemáticas y casi imposibles de sacar adelante —  si son éstas dispuestas y preparadas por algún comité central — se vuelven lo más fácil del mundo si los revolucionarios, en acuerdo en sus propósitos y métodos, actúan junto a sus compañeros para empujar las cosas en la dirección que piensan es mejor cuando la oportunidad aparece, en vez de esperar la opinión u orden de nadie.

Hay más que suficientes personas de coraje, de determinación, en cada ciudad y pueblo. Si nada más, la alta tasa de crímenes lo sugeriría; es a menudo nada más que la erupción intempestuosa de energías acorraladas que no hallan salida útil en el estado presente de las cosas. Lo que falta es la propaganda: cuando alguien tiene una imagen clara en su mente del fin a alcanzar y de los medios que llevan a él, actuará sin solicitud y con la confianza en que está haciendo bien y no sentirá temor ni cobarde indecisión.

* * *

Admitamos haber cometido errores:

En aquellos días en que las ideas anarquistas comenzaban a ganar terreno en la Internacional, existían dos escuelas de pensamiento en cuanto a las huelgas en el proletariado. Algunos, que no suscribían a ningún ideal amplio de total emancipación y cambio social, reconocían que la huelga era el mejor medio disponible para que el trabajador mejorase sus circunstancias y reconocían que esto, más la cooperativa, serían la última palabra en cuanto al movimiento obrero.

Los otros, los socialistas autoritarios, entendían y decían llanamente que la huelga era un sinsentido económico y que no tenía la fuerza para traer mejoría duradera alguna, qué decir de emancipar al proletariado; pero concedían que era un buen arma de propaganda y agitación, hacían uso frecuente de él y llamaban a la huelga general como un medio de hacer que la burguesía por hambre se viera forzada a rendirse. Lo único era que, en virtud de que eran autoritarios, imaginaban que una huelga general podía ser organizada con anticipación para romper en una fecha específica agendada por un comité central, una vez que la mayoría de los trabajadores se hubiese unido a las filas de la Internacional, y que la explotación burguesa llegara a un fin de modo mucho más pacífico.

Nosotros los anarquistas, atrapados entre los prejuicios burgueses de una facción y el utopismo autoritario de la otra, estábamos tal vez algo impregnados de la antigua mentalidad jacobina que prestaba poca atención a las acciones de las masas y pensábamos que éstas serían emancipadas utilizando los mismísimos métodos empleados para esclavizarlos, y nos apresuramos en criticar la huelga como arma económica y fallamos en darle su crédito como exponente de rebelión moral. Gradualmente dejamos al movimiento obrero completo en manos de reaccionarios y moderados.

Nosotros, que pretendemos involucrarnos en toda insurrección, no importa lo pequeña que sea, nosotros que nos sentimos avergonzados si, una vez que las barricadas comienzan en algún lugar, no hacemos todo en nuestro poder por hacer eco de la revuelta o corremos a llenar las filas, hemos visto a decenas de miles de personas enfrentando sus escudos contra el capital, hemos visto la lucha agriarse y tomar giros revolucionarios.... y hemos permanecido impasibles, dejando el campo abierto a aquella clase de autodenominados revolucionarios que aparecen principalmente para predicar la limitación y la tranquilidad y para tornar todo en una oportunidad para lanzar candidatos.

Ya va siendo la hora de volver a examinarnos. No estamos por cierto renunciando a otros medios de acción a nuestra disposición o que puedan sentarnos bien — pero por sobre todo, volvamos a estar entre el pueblo.

Las masas se conducen hacia grandes demandas por vía de pequeñas peticiones y pequeñas revueltas: mezclémonos con ellas e incitémoslas a avanzar. En toda Europa, las mentes se inclinan en el presente a las grandes huelgas de trabajadores agrícolas o industriales, huelgas que involucran vastas áreas y sindicatos a montones. Bueno, entonces, encendamos y organicemos tantas huelgas como podamos; asegurémonos que la huelga se contagie y que, una vez que estalle, se esparza a diez o a cien oficios distintos en diez o en cien pueblos.

Pero que cada huelga cargue su mensaje revolucionario: que cada huelga convoque a personas de vigor a que castiguen a los patrones y, por sobre todo, a que cometan transgresiones contra la propiedad y que demuestren así a los huelguistas cuánto más fácil es tomar que pedir.

Una revolución que nazca de una gran proliferación de huelgas tendría el mérito de encontrar la pregunta ya hecha en términos económicos y conduciría con mayor seguridad a la emancipación comprehensiva de la humanidad.

Las tácticas que proponemos nos llevarán al contacto directo e ininterrumpido con las masas, nos proveerá de un enclave desde donde importar y esparcir nuestra propaganda por todas partes, y nos permitirá dar aquellos ejemplos y llevar a cabo aquella propaganda por los hechos, que siempre predicamos pero que tan rara vez practicamos, no por alguna falta de determinación o coraje, sino por carencia de oportunidades.

Así que salgamos en busca de tales oportunidades.
           
              



[1] Malatesta se refiere a lo que ha venido a conocerse como la Gran Huelga Portuaria, que tomó lugar en Londres desde el 14 de agosto al 16 de septiembre de 1889.  Esta es reconocida generalmente como el comienzo del “nuevo sindicalismo” británico, que difería del antiguo sindicalismo de oficios por su esfuerzo en lograr una amplia base de trabajadores no cualificados o semi-cualificados y por su enfoque en la acción industrial. Hay evidencia de que Malatesta, retornado recientemente desde Sudamérica, estuvo en Londres en aquel entonces, antes de moverse a Niza para editar L'Associazione. Por ende fue  testigo directo de la huelga.